23/1/2012
– Como la cordura parecía abandonarnos a medida que pasaban los días en nuestro
viaje, una pregunta se deslizó por nuestras mentes… ¿Por qué no cambiamos de
país, visitamos Panamá y regresamos en el mismo día? Y como la locura ya se
había apoderado de nuestra razón… ¡¡a Panamá nos dirigimos!!
Unas
horas de carreta, algún que otro molesto papeleo fronterizo y … ¡voila! Nos plantamos
en la peculiar frontera entre Costa Rica y Panamá, representada por un
descalabrado puente por el que pasaban coches, camiones, peatones y ganado, y
en el cual los accidentes al cruzar quedaban bajo tu propia responsabilidad.
Una vez en el país nos dirigimos hacia Bocas del Toro, paraíso de todo biólogo y lugar donde cada año miles de turistas se quedan fascinados con la belleza que esconden sus aguas.
A lo
largo de este complejo conjunto de islas, los investigadores de STRI y
científicos marinos visitantes estudian temas tan diversos como el desove
masivo de corales, el anidamiento de tortugas, el impacto de la pesca comercial
sobre conchas y pepinos de mar, las almejas quimiosimbióticas, y la
productividad de manglares.
Bocas del toro es conocido por su inmenso todavía inexplorado lecho de pasto marino (con
especies tales como Thalassia, Syringodium, Halodule, y Halophila), sus
abundantes manglares y sus arenosas playas de agua cristalina. Sin embargo la
mayor atención del lugar la recogen sus fascinantes arrecifes de coral, donde
los colores más vivos y brillantes que uno se puede esperar no llegan ni por
asomo a lo que uno descubre a través de las gafas de snorkeling.
Sin ninguna duda, esta vez la realidad supera la
imaginación.