28-31/10/2011 Aprovechando los últimos días antes de meterme de nuevo en la rutina de examenes, trabajos y prácticas decidí hacer una visitilla a la zona de Manzanillo y Puerto Viejo en la costa caribeña del país, uno de los mejores lugares donde poder disfrutar paseos por playas desiertas, tardes enteras devorando libros a la sombra de las palmeras o por qué no, de los cócteles caribeños acompañados del vaivén de las hamacas.
El gran reto: conseguir subirme a la palmera antes de que el automático disparase la foto... a la octava va la vencida ... ¿no?
Por supuesto no podían faltar las mañanas con un gran desayuno, una lectura interesante y todo el tiempo a mi disposición para disfrutar de la lentitud que me caracteriza....
Gallo pinto, huevos con jamón, pollo en salsa, tostadas y un increíble café.
Quienes me conocen saben que soy rara por naturaleza, que soy de esas personas que les gusta echar a andar solas para disfrutar del silencio, del sonido del aire empujando las olas y de la profunda paz que pueden ofrecerte los momentos de reflexión.
No es huir del mundo, es sentir la tranquilidad que uno mismo posee y el bullicio de la ajetreada sociedad de la que formamos parte no nos deja encontrar...
Y por supuesto no faltaron largas caminatas entre arbustos, flores del tamaño de televisores y mucho, mucho barro.
A pesar de la tranquilidad y las horas de lectura bajo las palmeras, no vamos a negar que si están unos buenos amigos los momentos de tonterias se viven y recuerdan de una manera mucho más gratificante...
Así que aprovechando la visita de Dani y Julito recorrimos varios quilómetros de playa en playa (y con alguna caida de por medio...) rememorando esos veranos sin preocupaciones acompañados de Chanquete, Bea, Tito, Piraña...
Ti, tiri tiri tiri tiri tiri tiri....
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