No
negaré que la primera impresión que tomé de la gente del lugar respecto a
nuestra presencia allí no fue agradable… mostraban reticencia y desconfianza
ante nosotros, cosa de la que no les culpo. La poca frecuencia de gente de la
cuidad y las numerosas veces que fueron el objetivo de engaños y timos hicieron
que las personas que residen en esta zona cultivasen un carácter frio y
distante hacia lo desconocido que en este caso éramos nosotros.
Y como
he dicho, nada más la primera impresión… cuanto más tiempo pasaba en aquellas
tierras más agradable era la gente o más a gusto me sentía yo, quién sabe.
Sin
darnos cuenta el aprecio de la gente nos rodeó, mostraban cercanía y
agradecimiento hacia nuestro interés por el lugar y comenzaron a llover las
invitaciones para comer, ofrecimientos de frutas de las propias viviendas y
ayuda para convencer a los demás vecinos de que nos dejasen sacar sangre a los
gatos para realizar el estudio.
No solo
fue una experiencia interesante en el ámbito profesional sino que también
resultó gratificante gracias al apoyo de la gente del lugar. Descubrimos
rincones maravillosos que junto a la forma de vida que allí se desarrollaba te
hacían ver que la felicidad se halla en los momentos y lugares menos esperados…
¡Qué me cuelguen si no es mi hija Clara la que está tomando las frutas con las gafas de Sol levantadas!
ResponderEliminarHijiña como te lo estás pasando: Da gusto.
¡Enhorabuena!
Totalmente de acuerdo con Eduardo, ¡¡es SU HIJA totalmente!! Desde Salamanca con Lau, Merce y Aida, un besazo enorme, guapa! Felicidades! ¡Da señales de vida!
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